sábado, 9 de enero de 2010

Salud cardiovascular


No hay nadie que desconozca lo importante que es el corazón en la salud, y por tanto no nos debe sorprender que las personas enfermas del corazón se cuiden. Lo paradójico, es que nos acordamos de éste órgano tan importante cuando enfermamos, por lo que se nos plantean varias preguntas, como ¿por qué no cuidarnos y prevenir un sufrimiento innecesario para nosotros y para quienes nos rodean? y ¿qué hemos hecho para que estas enfermedades que antes se presentaban mayoritariamente en personas mayores se den con más frecuencia cada día en adultos jóvenes? Las respuestas y consejos las encontraremos más adelante.

Aunque la angina de pecho y el infarto de miocardio son las más conocidas, no son las únicas enfermedades que afectan al corazón, pues existen un sinfín de ellas como las arritmias, miocarditis, endocarditis, insuficiencias y estenosis valvulares, etc. La angina de pecho, es aquel proceso en el que se produce de forma transitoria, una falta de aporte de sangre y por tanto de oxígeno, en una zona del corazón. Cuando realizamos un esfuerzo físico, como una carrera o coger un peso, nuestro corazón requiere más oxígeno, y por eso late más deprisa y sube nuestra presión arterial para poder llevar así más cantidad de sangre y de oxígeno a los tejidos y órganos que lo necesitan. Sin embargo, a veces el corazón no puede bombear la suficiente cantidad de sangre de la forma requerida debido a un estrechamiento de las arterias y como consecuencia, al faltarle el oxígeno que transporta ésta, aparece de forma súbita un dolor intenso que es lo que denominamos angina de pecho. Este hecho, por lo general, no provoca lesiones permanentes en el corazón, ya que el suministro de sangre no se interrumpe totalmente, pero si las arterias continúan obstruyéndose y cerrando el paso de la sangre, puede aparecer un infarto de miocardio con lesiones ahora sí permanentes. Sus causas pueden ser múltiples, siendo la más importante, la aterosclerosis de las arterias coronarias, que son las que nutren al corazón, es decir, el endurecimiento y engrosamiento de éstas debido al depósito en ellas de auténticas placas de grasa.

Para poder evitarlos, lo primero que tenemos que hacer es conocer cuáles son las causas de las enfermedades cardiovasculares y son conocidas por todos: estrés, dieta inadecuada, tabaquismo y falta de ejercicio físico, y lo curioso es que sobre todas ellas podemos actuar, estimándose que el 80% de las enfermedades cardíacas podrían prevenirse o retrasar su aparición. Estos factores de riesgo, lo son no solo para el corazón sino para otros órganos ya que además favorecen la aparición de otras enfermedades como la obesidad, la diabetes, la hipertensión, o la aterosclerosis, que repercuten también sobre la salud cardiovascular.

El ejercicio físico que debe realizarse para mejorar nuestra salud cardiovascular es aquel que se denomina aeróbico, en el que se emplean movimientos musculares amplios y se puede realizar durante tiempo prolongado, produciéndose un aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria a un cierto nivel en el que aún se puede hablar, como por ejemplo las caminatas, el trote, la natación, los paseos en bicicleta, el baile, etc. Además el ejercicio reduce el estrés y nos ayuda a combatir la obesidad. De esta forma se consigue que el corazón sea más eficiente en el trasporte y retorno de la sangre y se aumenta el calibre de las arterias coronarias.

El tabaquismo es el factor de riesgo cardiovascular más importante, ya que la nicotina produce un daño en la cara interna de los vasos sanguíneos o endotelio, altera la coagulación, produce espasmos en las arterias coronarias, aumenta el colesterol malo (LDL) y disminuye el colesterol bueno (HDL). Por otro lado, el monóxido de carbono, favorece la formación de coágulos, disminuye la cantidad de oxígeno que le llega al músculo cardíaco (miocardio) y aumenta el colesterol total.

En cuanto a la alimentación, se sabe que un cambio a una dieta más saludable y bien equilibrada con un bajo contenido en grasas, junto con una reducción del consumo de alcohol, están entre las primeras medidas que se deben de tomar. Si además existe una obesidad, habrá que bajar de peso. La cantidad de sal que se añade a los alimentos se debe reducir. También se debe disminuir el azúcar refinado, carnes rojas, grasas de origen animal, café y té, así como aumentar el consumo de frutas, verduras, cereales, leguminosas, pescados y carnes blancas. Una dieta rica en frutas y verduras puede suponer un mejor control de la HTA que con los fármacos clásicos en muchos pacientes. La dieta mediterránea cumple estos requisitos, y contiene pocas grasas siendo la mayoría de carácter poliinsaturado. Esta dieta ha servido de base para estudiar qué ingredientes en particular ofrecen una mayor cardioprotección y que otras sustancias o moléculas pueden ofrecer también estas ventajas, elementos que se encuentran también ampliamente distribuidos en una alimentación vegetariana, entre las que están:

  • Brócoli: Posee una sustancia denominada sulforano que activa una proteína de defensa que suele estar inactiva en las paredes de las arterias susceptibles de obstrucción.

  • Cacao: Los polifenoles del cacao y especialmente la procianidina, a diferencia de los del té, poseen un efecto beneficioso en el corazón a través de su efecto reductor de la presión arterial de una forma similar de lo que lo podrían hacer algunos fármacos antihipertensivos. Posee mayor cantidad de antioxidantes que el té verde o el vino tinto. Sin embargo aunque el chocolate tendría la misma actividad antioxidante, su consumo en forma de bollería industrial posee efectos nocivos debido a la cantidad de grasas saturadas que incorporan.

  • Vitamina D: Su falta incrementa la tasa de mortalidad cardiovascular y su consumo aumenta la esperanza de vida.

  • Vitamina C: La ingesta diaria de 500 mg al día, disminuye en un 9 % las cifras de tensión arterial reduciendo el riesgo de hipertensión.

  • Aceite de oliva: el efecto antioxidante de los polifenoles actúa sinérgicamente con la grasa monoinsaturada del aceite de oliva en crudo, mejorando el perfil lipídico y protegiendo del riesgo cardiovascular a quienes lo toman. Si no se sobrepasan las dos o tres cucharadas al día, este aceite de oliva no engorda y es cardiosaludable.

  • Frutos secos: disminuyen el riesgo cardiovascular cuando suponen un 20% del total de aporte de calorías, pero esto podría desequilibrar la dieta.

  • Especias como el ajo o la cebolla, disminuyen el riesgo cardiovascular.

  • Fibra: Especialmente la soluble, aumenta la eliminación fecal de ácidos biliares y colesterol desplaza las grasas de la dieta disminuyendo la tensión arterial.

  • Flavonoides (quercitina): Inhibición de la oxidación de LDL-colesterol y reduce la tendencia trombótica.

  • Calcio: Su déficit genera vasoconstricción Þ riesgo HTA.

  • Carnitina: Su suplemento mejora la contractilidad de las células cardíacas, además de tener un efecto antioxidante y vasodilatador.

  • Coenzima Q10: Fortalece a las células cardíacas aportándole más energía y haciendo que las contracciones sean más eficientes, protegiéndolo durante los períodos de falta de oxígeno, por lo que reduce las anginas y mejora la tolerancia al ejercicio. Además disminuye la tensión arterial.

  • Los ácidos grasos omega 3 son ácidos grasos poliinsaturados que pueden proceder de fuentes animales (pescados y mariscos) o vegetales (frutos secos y aceites vegetales como el de soja o de semillas de lino). Poseen efectos como vasodilatador, antiinflamatorio y antitrombótico. Además ayudan a reducir la tensión arterial y reducen las arritmias.

  • Plantas medicinales: muy útiles y efectivas para tratar dolencias cardíacas entre las que destaca el espino blanco, que actúa como un auténtico tónico cardíaco, además de ser un vasodilatador coronario, regulador del ritmo e hipotensor suave.

Por último recordar que no solo debemos cuidar nuestro corazón desde el lado más físico sino que también debemos nutrirlo y alimentarlo con emociones y sentimientos positivos y que las técnicas destinadas a mejorar la relajación, la meditación y la armonía entre cuerpo y alma, son aceptadas ya incluso por la medicina oficial, como el yoga, tai-chi, sofrología, etc. a los que se ha sometido a rigurosos ensayos clínicos, mostrando en todos ellos un efecto positivo sobre la salud del corazón.